
Fue el primer refuerzo de Gimnasia en el mercado de pases y hoy no tiene lugar en el once inicial. Mientras Manuel Panaro se consolida como figura, Maximiliano Zalazar espera su oportunidad desde el banco.
Tras un primer semestre negativo que terminó con la salida de Diego Flores, Alejandro Orfila asumió en Gimnasia con el desafío de sacar al equipo del fondo y cambiar su mentalidad. El ex entrenador de Barracas Central tomó las riendas en la pretemporada, delineó el equipo según sus ideas y gestionó una lista de refuerzos para potenciar el plantel. Entre ellos, Maximiliano Zalazar, quien llegó a préstamo desde Boca y fue probado en los amistosos previos al Clausura. El delantero arrancó como titular en las primeras dos fechas ante Instituto en el Bosque y San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, pero luego pasó al banco y comenzó a perder continuidad.
En la búsqueda de los primeros tres puntos, Orfila modificó el esquema para recibir a Independiente en la tercera jornada. Uno de los que salió del once inicial fue el ex Boca, que cedió su lugar a Manuel Panaro. Pese a un buen arranque, Zalazar quedó relegado por la gran actuación del joven delantero, que desde su debut frente al Rojo se convirtió en una de las figuras del plantel.
Ahora, la disputa por un lugar en la delantera será constante en los próximos meses, y podría ser determinante para el rendimiento individual y colectivo. Zalazar buscará recuperar protagonismo, mientras Panaro intentará consolidarse en el equipo, en una competencia que promete ser intensa.
En un equipo que intenta recomponerse futbolística y anímicamente, las decisiones de Orfila marcan el pulso de la competencia interna. Zalazar, con su experiencia y capacidad de desequilibrio, sabe que deberá aprovechar cada minuto para recuperar la confianza del técnico y de la gente. Panaro, por su parte, intentará sostener el nivel que lo llevó a ganarse un lugar. En ese duelo silencioso por un puesto en el ataque, Gimnasia puede encontrar una de sus grandes virtudes para lo que resta del Clausura: dos delanteros con hambre de gloria, empujándose mutuamente hacia su mejor versión.
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