Después de la final de Copa Argentina hablamos de resurgimiento del hincha de Gimnasia. Una ironía a la que estamos acostumbrados esa que versa sobre el renacer de las cenizas.
¿Cómo alguien puede seguir adelante después de tantos golpes? La respuesta es que estamos domesticados para hacerlo. Lo disfrutamos y es nuestra bandera más pura. Pero ¿por qué elegimos esto, en lugar de ir por caminos más fáciles? ¿Por qué somos hinchas del Lobo?
Puedo hablar por mi, pero estoy segura que todos a los que les corre sangre azul y blanca pueden dar testimonio similar.
A ver, podría haberme sido muy fácil decir:
Elegí a Gimnasia porque es el Decano del fútbol argentino, habiendo nacido el 3 de junio de 1887. Lo elegí porque se coronó campeón en 1929 ganándole a Boca en la vieja cancha de River; porque en la gira mundial de los años 30 fue el primer equipo extranjero en ganarle al Real Madrid en su estadio gracias al juego desplegado por Miguel Curell, «El Torito» Naón y todo el equipo. O porque José Minella le metió 4 a Sportverein de Alemania. La prensa europea había titulado que «los argentinos parecían destinados al buen fútbol», porque además había sido victoria frente al Barcelona, el Benfica en Portugal y Sparta Praga. Y empate con el Nápoli. Pero, no.
Podría también haber justificado la elección, diciendo que en 1933 Gimnasia jugó un clásico con la reserva porque los jugadores de primera permanecían en huelga. «Los pibitos», menores de edad, le ganaron a «los profesores», titulares de Estudiantes con gol agónico de Emilio del Prete. O que salió campeón del ascenso en 1954 ganándole a Colón en el Bosque por 4 a 1, al grito de «El campeón, el campeón, Gimnasia de Eva Perón». Pero, no.
También, podría presumir diciendo que Gimnasia y Esgrima es uno de los equipos del fútbol argentino a los que Diego Armando Maradona no pudo convertirle un gol, que el gol más rápido se convirtió en el Bosque a los cinco segundos de juego en 1979 por obra del albiazul Seppaquercia, que salió campeón de la Copa Centenario de AFA, que su hinchada pasional y creativa elaboró y desplegó -en un clásico- la primera bandera gigante pintada del mundo con un Lobo y un escudo sobre cientos de metros de tela suspendidos sobre tantas manos, jamás visto antes. Sentando, siempre, precedente. Pero, no.
Que la hinchada del Lobo generó un terremoto tras el festejo de un gol en un clásico. Que el vóley femenino tripero cumple 85 años con cuatro Ligas Nacionales en su haber, al igual que el básquet que empezó a practicarse en los años 20 y viajó por el mundo cargando su bolso con una historia apasionante consagrada en dos Torneos Metropolitanos y dos Argentinos. Que Gimnasia cuenta con el único Polideportivo de la ciudad con capacidad para 3 mil personas o con un estadio de fútbol con una carga simbólico afectiva -pocas veces vista- que aferra a sus hinchas que luchan con todas sus armas por ese, su lugar, su casa. Pero, no.
Que la Bestia Pop de Los Redondos es un hincha de Gimnasia. Que las dos grandes campañas futbolísticas de Gimnasia producen las mayores movilizaciones de la historia de un equipo platense: en el Clausura 1995 sorprende con casi 10 mil hinchas en Núñez, cuando apenas se jugaba la tercera fecha; faltando cinco partidos, estando en el segundo puesto llevó 13 mil hinchas a Rosario; en la anteúltima fecha, 22 mil a Caballito con gente en la tribuna visitante, en la popular local e hinchas con bandera en balcones de edificios linderos al estadio de Ferro. Pero, no.
Contar que en 1996, con Carlos Timoteo Griguol como DT, le convierte 7 goles en la Bombonera al Boca de Macri, Bilardo y Verón; el árbitro anula un gol legítimo para dejar la cuenta en 6. Diez años después, le convierten 7 goles en lo que fue la máxima goleada de la historia de los clásicos platenses. La parcialidad tripera, sumida en la más profunda tristeza, resurgió en su dolor y festejó en las tribunas. Festejó el ser parte del colectivo. Pero, no.
Pude haber dicho que lo elijo porque en 2003 jugó su primer partido de Copa Libertadores, ganó 5 a 1 en el Bosque a Alianza Lima de Perú, ante 32 mil triperos. Pero, no.
Podría haber hablado de todos los logros (y frustraciones) deportivos del club. Pero no es eso solamente lo que tomo de Gimnasia. Lo elijo porque es un fenómeno social que excede el fútbol, porque además de haber inspirado libros, revistas y temas musicales, tiene el orgullo de contar una filial de socios vitalicios de héroes de Malvinas. Porque además de haber sido el primer club en festejar cada aniversario con su gente donando sangre, tiene la primera obra teatral sobre hinchas de fútbol con un elenco completo de triperos.
Lo elijo una y mil veces porque después de haber perdido una final en 2018 a la que se llegó con tantas esperanzas, resurgió con más fervor que antes. Unidos y abrazados con el otro. Con la otra.
Lo elijo porque el 11 de diciembre de 1988 nació Tribuna Gimnasista de Néstor Basile, periódico mensual que batalló por defender la identidad popular tripera y su propio estadio. Con «El Ronco» Basile como director, la revista concientizó y organizó a los triperos para la lucha. «No al estadio compartido, sí a la renovación de nuestro Bosque». Lucha que se conmemora cada 10 de diciembre en lo que se erigió como el «Día Mundial del Hincha de Gimnasia».
Gimnasia es el eje de mi vida porque me atraviesa de punta a punta en lo simbólico de mi constitución.
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