El invierno se hace notar. Duras son las mañanas demasiado frescas, para mi gusto. Los amantes de esta estación «estarán disfrutando» (si eso es acaso posible); nosotros, los amantes del azul y del blanco, del Bosque y de la camiseta tripera, aquí estamos. Seguimos fieles y constantes por esta causa que es el mismísimo Gimnasia. Aguantando golpes, batallas; duras caídas. Nunca torciendo el brazo, siempre junto a nuestro amado escudo.
Invierno. Pretemporada en Cardales. No hay refuerzos, pero hubo un vaciamiento del plantel (de «los malos»; más allá de la exclusión de ciertos jugadores que están en el corazón del hincha gimnasista) y entonces emergen como por efecto natural los pibes. Los pibes, que no son tan pibes quizás en algunos casos. Pero con este término no se alude a eso solamente. Los pibes son aquéllos que nacen en el club. Que maman Estancia. Que sueñan con jugar en El Bosque desde que son chiquitos porque hace años y años que se vienen preparando para eso.
Los Contín, los Benavídez, los Noble, Ortiz, Alé Corvalán, Martínez, Ramirez, Martín Arias, Perdomo, Bolívar, Bonifacio, Bonnín (seguramente se me escape algún otro). Cambiamos jugadores mediocres caros por tener nuestro plantel plagado de caras conocidas; plagados de los de siempre: ésos que son el riñón más puro y bendito de nuestro negocio, de nuestra ilusión y de nuestro sentimiento. Claro que hay irregularidades y el hecho de cumplir con estas condiciones de pertenencia y juventud no te hacen un valor netamente positivo de por sí. Pero es ése el camino: apostar a lo nuestro; formar chicos para que luego ellos formen las filas de los que vestirán la camiseta del primer equipo el día de mañana. Que sean ellos el ejemplo hoy, para luego enseñar y repetir el ciclo sin final, mejorándolo y mejorándolo.
Es una política institucional. Club concursado; ¿refuerzos? Manda la economía, señores. No podemos avanzar si no hay lugar, posibilidad; en términos concretos reales: dinero. Además, remarco la idea: ¿Borghello? ¿Nery Cardozo? ¿Distéfano? ¿Matos? Dejemos a los chicos. Érik Ramírez demostró ser más que Matos, Vegetti y Bottinelli juntos, más o menos. Perdomo le pasó el trapo a Imperiale y Martín Arias, bueno, ha roto todos los esquemas posibles y Bologna directamente quedó como su antagonía más profunda.
Miremos a largo plazo. Formación, educación. Apostar a eso; invertir en infraestructura y en ideas. El funcionamiento debe darse solo desde los más chicos hasta los más grandes; la cadena continúa sin cesar para repetir el ciclo una y otra vez, y así, en un proceso que vincula identidad con gestión permanente y éxitos, alcanzar los objetivos. Avanzar sobre esos terrenos es soñar en grande. Hacia allá vamos, Lobo. Caminando con los ojos bien abiertos, e ilusionándonos, porque se vislumbra un mañana prometedor.
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