
La vuelta de Gimnasia al Bosque dejó en evidencia la falta de liderazgo y claridad en el juego. Sin referentes en cancha y con un mediocampo desdibujado, el equipo de Orfila es pura incertidumbre y busca urgentemente una voz que ordene y tome las riendas.
Después de dos meses, Gimnasia volvió a pisar el Bosque para medirse ante Instituto y el regreso estuvo lejos de lo esperado. Más allá del resultado, lo que realmente preocupó fue el rendimiento: un equipo apagado, sin reacción y carente de una idea clara de juego. El debut oficial de Alejandro Orfila dejó más dudas que certezas, con un once que se mostró lento en todas sus líneas, desordenado y con escasa conexión entre líneas. La frustración se hizo sentir en las tribunas, donde el hincha volvió a casa con una sola sensación: no se ve la salida.
Uno de los principales déficits fue la falta de liderazgo dentro del campo. Sin referentes visibles y con Lucas Castro en el banco, nadie se adueñó del equipo desde el círculo central. No hubo quien ordene ni quien intente marcar el ritmo de juego, lo que terminó siendo un síntoma clave del desconcierto colectivo. Gimnasia necesita un conductor, alguien que frene la pelota, piense y haga jugar al resto.
Lo cierto es que contra la Gloria fueron Nicolás Garayalde y Facundo Di Biasi quienes se encargaron del doble cinco, una dupla que sobre el papel prometía equilibrio pero que en la práctica no logró sostener al equipo. Con un perfil más asociado a la creación que a la recuperación, Garayalde abandonó rápidamente la zona media y se volcó hacia los costados, dejando espacios peligrosos que Instituto supo explotar. Su falta de peso en ataque fue tan notoria como su desconexión del circuito de juego: apenas logró distribuir y no generó ventajas con sus movimientos.
Esa situación terminó exponiendo a Di Biasi, que a pesar del esfuerzo físico quedó desbordado en varios pasajes del partido. El volante surgido en Estancia Chica tuvo que multiplicarse para intentar contener los avances del equipo rival, muchas veces solo y lejos de los relevos. Sin un compañero que lo respalde ni una estructura que lo contenga, su tarea se volvió cuesta arriba. La mitad de la cancha fue tierra de nadie, y ahí empezó a gestarse la derrota.
La gran incógnita es esperar quién asumirá esa responsabilidad. ¿Puede ser Alan Sosa, titular con la 10 a la espalda? ¿Volverá el Pata al once para ocupar ese rol? ¿O deberá Orfila buscar una solución en el mercado? Lo cierto es que sin alguien que se ponga el equipo al hombro, el camino será cuesta arriba.
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