Dicen que lo que pasó este primero de diciembre en Santa Fe fue obra de Diego, que estuvo presente y hasta le prestó su mano a Nelson en la última pelota. Nadie puede dar fe o testimoniar a ciencia cierta de tal cuestión, por supuesto. Pero yo elijo creer. Nosotros creemos. Ese es precisamente el punto.
Gimnasia no llegaba bien. No. El rival había dado indicios de estar mejor de fútbol, la cancha le era cómodamente local y el árbitro ya nos había metido la mano en el bolsillo (no hace mucho). Qué se yo, creo que las quince mil almas que coparon el estadio de Newell’s un día laboral, en horario de trabajo y muy a fin/inicio de mes, lo hicieron desde el amor pero ya sin demasiadas exigencias. No ahora. Sí después.
¿Pero sabés que cada vez que la lluvia metía una pausa en su caudalosa actuación, yo sentí que ahí arriba estaba él? Lo sentimos muchos allí en la popular del Coloso que lleva su nombre.
Las condiciones no estaban dadas a favor del Lobo, pero eso creer en el poder de nuestra movilización y en el último dios terrenal, fue nuestra elección. Fue un día largo que hizo juego con la anualidad gimnasista: nueva gestión, inhibiciones, mercado de pases, salidas, asambleas, números, deudas, cuerpos técnicos, enojos y hasta violencia, etc. Por eso cuando terminó el partido lloramos todos. Después cantamos y volvimos a llorar. Fue un año durísimo para Gimnasia, el desahogo fue pleno. Total. Cuando pitó Penel, el corazón descomprimió su tensión y estalló de alegría, pero un comentario fue recurrente entre todo el pueblo tripero: «no tenemos que sufrir mas».
Nos salvó, además del gol de Colazo y la comprometida actuación de Insfrán, algo más: Diego o la deidad que prefieran, aunque la gente merece más que suposiciones, supersticiones, crucifijos y velas. Necesita políticas que afiancen a Gimnasia en primera división para evitar angustias y cataclismos, lo que llevaría indefectiblemente al orden institucional ya que, para lograrlo, se deben tomar otras tantas decisiones que el socio viene exigiendo.
Las obras y mejoras en todas las sedes son fundamentales y de gran valor para el club, pero sin el fútbol profesional masculino en lo más alto se vuelven difíciles de mantener y desarrollar. Lo mismo sucede con el resto de las disciplinas y actividades. Optimizar recursos debe ser prioridad, como cuando en los «años dorados» la caja del fútbol solventaba otros gastos e inversiones. Debemos exigir. En la cancha. En las asambleas. En cada conversación. Debemos militar y contagiar la necesidad de participar. De exigir. Sí, de exigir. Porque solo nosotros podemos enderezar el rumbo. Exigiendo.
Estamos en primera, defendamos lo logrado que es todo nuestro. O del Diego, quién sabe.
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