Se han cumplido 23 años desde el logro de la Copa Centenario. Una de las alegrías más profundas del pueblo gimnasista, en un día en el que Gimnasia gritó «¡campeón!» y la ciudad se tiñó de azul y blanco.
Más allá de esto, mi enfoque primeramente dejará un tanto de lado la gran copa conseguida en sí y apuntará hacia la actitud que se ha tomado ante ella con el paso del tiempo. Hemos dejado que nos menospreciaran y que muchos en el mundo del fútbol se tomaran el atrevimiento de decir que no valía, que no es un torneo oficial de AFA. Pero claro, como tantos otros, éste es un mito más. La pregunta es: ¿Por qué hemos permitido que dijeran esas cosas sobre nuestro Gimnasia, sobre nuestro honor? La legitimidad de la Copa Centenario es innegable, ya que órganos historiográficos y la misma entidad de la Asociación del Fútbol Argentino han dado muestras de que tiene validez absoluta. Por eso, me parece que en este 23er. aniversario hay que hacerle un merecido homenaje, hay que brindar alzando las copas bien altas para reivindicar, de una vez por todas, nuestra propia gloria, nuestra propia sangre.
Todo ocurrió un día como hoy pero de 1994, domingo a las 5 de la tarde, en el Sagrado Templo. No era fácil encarar un partido de esa magnitud debido a que River contaba con un gran equipo, aunque nosotros también, por nuestra parte, contábamos con once gladiadores de alma mens sana que dejaron todo adentro de la cancha. Lo habían demostrado en los cotejos previos, consiguiendo ganar todos los partidos desde la mismísima serie frente a los Innombrables. En ese partido, Guillermo dio el único grito de gol de los dos partidos en la ida, picándosela sutilmente al arquero amargo. Después, fuimos superando los obstáculos que nos desafiaban paso a paso: Newell’s, Argentinos Juniors y Belgrano fueron los partidos que nos llevaron a la final, pensados y dirigidos por la dupla Ramacciotti-Sbrissa, a pesar de que el último partido fuera dirigido por el «Mariscal» Roberto Perfumo.
Llegado el partido definitorio, la expectativa era enorme. La cancha explotaba y el triperío, ferviente, alentó al equipo desde el comienzo hasta el final como siempre, buscando el grito del triunfo que llegó al culminar el partido tras el pitazo de Javier Castrilli. Los goles los hicieron el goleador Hugo Romeo Guerra, el «Moncho» Fernández y el «Mellizo» Guillermo. Y La Plata era un carnaval. Copamos el campo de juego y 7 y 50. Bocinazos y camisetas azules y blancas por doquier, como debe ser, sumados a una buena vibra generalizada que corría en toda la ciudad. Por fin habíamos logrado un título luego de tanto tiempo, por fin se nos había dado.
Hoy, cumpliéndose otro año más de aquella tarde, venero a todos los que hicieron posible que hoy, triunfantes y contentos, inflemos el pecho y digamos orgullosos que levantamos la Copa Centenario, disputada en conmemoración con el aniversario de los 100 años de la AFA.
¡Salud, triperío! Hoy es un día para celebrar…
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