Las cosas cambian. Puede cambiar el cielo de color, puede la noche hacerse día y puede Gimnasia salir a flote de este mal momento. Cómo suenan estas palabras no me interesan en demasía. La esperanza es lo último que se pierde a pesar de que aquí no hablamos exactamente de esperanza, sino de proyecto. Porque uno tiene esperanza cuando la desesperanza acecha. Entonces hay que pararse y aclarar los tantos. Los resultados no se están dando, pero con un camino inverso (apostando a lo defensivo y relegando la elaboración del juego con posesión de la pelota) no hemos llegado lejos.
El fútbol es resultado, como todo en la vida. Más allá de las estrategias, el mundo, La Tierra, el universo se le presenta a uno como obstáculos a superar permanente y odiosamente (en algunos casos). Justamente el paso por nuestro camino debe ser armonioso. Debemos disfrutar ir a ver jugar a Gimnasia. ¿Cuestiones de presupuesto? Cuestiones de entrenamiento y de escuela, me gustaría sostener. ¿Por qué? Porque, ¿qué hace a un alto presupuesto? Hay que reproducir las condiciones que nos lleven a tener una estructura sólida, que haga emerger valores, proyectos futbolísticos y personas. Con una ideología; con presencia. Los triunfos caerán como la lluvia; no deberemos recurrir a la esperanza ante la amenaza de la desesperanza de la falta de ideas, proyecto y futuro.
Soso prueba. El Bosque vibra. Los resultados no se dan HOY. «¿Estamos siendo engañados por este hombre?» se preguntan muchas cabezas en la Néstor Basile y en las otras tres tribunas del Sagrado Templo. «¿Tiene idea de lo que hace?». Nuevamente, como una y otra vez lo he sostenido a lo largo de prácticamente todas mis columnas de La Voz del Hincha, el eje debe ponerse un poco más arriba. Más allá de la idea que tenga Mariano Soso y su cuerpo técnico de lo que se practica y lo que se ejecuta en relación al fútbol, debemos observar detenidamente lo que toma la dirigencia en relación a las políticas futbolísticas. El fútbol se aprende, y para eso hay que generar una fábrica de aprendizaje. Como con todo en la vida. Meterse hasta las venas con el fútbol, pero no para agarrarnos de la fortuna. Sino para imponerse como victoriosos desde cada oportunidad de entrenamiento y absorción de conocimiento y habilidad.
Por otro lado, el hincha. El loco. La gente común de la calle. El tripero corriente. Piensa toda la semana en el domingo, y ese domingo, después de laburar como un hijo de puta (más en estos tiempos) lo que quiere es que la pelotita entre. Como sea. Para que la familia esté contenta después viendo los otros partidos en el sillón, o para comentar con los amigos cuántos puestos subimos en la tabla. Pero mientras todos laburamos, estudiamos o vamos al colegio (otros estarán exentos de esas actividades por mayoría de edad) en Estancia y en las habitaciones de la sede, representantes nuestros y ejecutores de lo que después nosotros veremos en el club, con sus acciones determinan un camino asegurado o un camino fortuito.
Cambiar el punto de vista; la perspectiva. De eso se trata. No depender de la suerte, el mayor desafío del hombre. Y como triperos, ¿cómo no confiar? Y como repito siempre: estemos bien cerca de Gimnasia.
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