En la tarde de este sábado y ante un Bosque colmado, Gimnasia no supo llevar el trámite del partido y cayó derrotado. Está vez, fue en manos de Independiente por 2-1. Una nueva caída y una trompada letal para el ciclo de Sebastián Romero que dejó de ser el entrenador del Lobo.
¿Tiene sentido hablar del rendimiento del equipo? Es algo que quedó a la vista de todos y no tenemos más leña para tirarle a este fuego. La situación futbolística del tripero es preocupante y no hay quién pueda brindar una respuesta concreta. La histeria y el nerviosismo es general, y se hace imposible tener la cabeza fría a la hora de salir al campo de juego.
Desde el inicio de la última pretemporada se estaba viviendo una película con final anunciado, la partida de futbolistas que fueron de gran importancia en el primer semestre y el desmantelamiento, de un plantel, que ya de por si, no contaba con jugadores capacitados para afrontar este duro momento del Club.
Escapándole a la necedad y siendo críticos, son sobrados los partidos dónde a Sebastián Romero no le salieron las cosas y no pudo resolver adentro de la cancha, se puede hacer una lista enorme, pero de acá a culparlo por todo esto, estamos demasiado lejos. O, ¿Quién puso la cara a principios de años? Con una institución sangrando y con multas difíciles de pagar. ¿Quién se hizo cargo? ¿Quién puso el pecho con un plantel, con mayoría de pibes y muchos de ellos sin minutos en primera?.
Obviamente que nos gana la impotencia y vemos como se nos escapa la ilusión de esperar un resultado que nos alegre la tarde. Pero también, es importante saber reconocer a los culpables y a los que hicieron que todo esto termine en puestos de descenso directo. Jugadores libres, contratos imposibles de pagar y ventas baratas.
No, no nos pidan que insultemos a Chirola y pidamos a los gritos que se vaya, como hinchas triperos sabemos tener memoria y no nos olvidamos de todas las alegrías, de aquel clásico ganado después de 13 años y que puso las manos en el fuego, por su club, por sus colores y por el escudo que lleva tatuado en el alma.
Hoy le decimos adiós a un ciclo, a un proceso que no tuvo los resultados esperados, pero nos quedamos con el ídolo del póster y la hermosa sensación de tener a una persona que nunca dudó en estar acá, en ser el capitán de nuestro barco.
Hasta siempre, Chiro.
Te esperamos cuando quieras.
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