Un día como hoy pero de 2003, Gimnasia le ganaba 4 a 2 a su clásico rival. El encuentro fue suspendido a los 41′ del complemento por incidentes en la parcialidad pinchagata.
Los clásicos en La Plata se viven de manera especial. Durante la semana previa se palpita el encuentro. El aroma a tilo es más fuerte. Las diagonales más congestionadas. Las calles con más camisetas. Todos esperan que sea domingo para ver el Gimnasia – Estudiantes. Pero ese 20 de abril de 2003 no fue uno más.
Tarde de domingo. La cita lista. 1 y 57. Estadio Jorge Hirschi. El mismo que meses después abandonarán. Aunque no fue el único abandono de ese día, de ese año, de su historia.
Los dirigidos por Ramaciotti llegaban tras haber quedados eliminados en la Copa Libertadores y necesitaban, de manera urgente, cambiar el chip. Los de Malbernat ansiaban seguir en la lucha por el torneo.
La 22 tiene varios cantos característicos, pero hasta ese entonces «el que no salta abandonó» no era uno de ellos. El Negro José Luis, el Loco Fierro, la mismísima 22 y todos, en la tierra como en el cielo, fueron testigos de tarde imborrable en la memoria del pueblo gimnasista.
Tras el pitazo inicial de Fabián Madorrán hasta los 41′ del complemento, Gimnasia fue más. En la cancha y en la tribuna. En la previa, el hincha Mens Sana copó la piojera. En el partido, el «Pampa» Sosa, el «Caio» Enria y el «Topo» Sanguinetti (x2) marcaron los goles Triperos.
«Estábamos muertos», había señalado el DT albiazul tras la eliminación por la Copa, pero el amor por la camiseta fue más fuerte y, de visitante, el basurero puso a La Plata en orden.
Olave tuvo una gran actuación, lo mismo el «Coco» San Esteban, sin embargo, la atracción principal del encuentro fue la parcialidad local. Restaban 5′ para el cierre del partido. El León será rey de la selva pero en el Bosque manda el Lobo. Con la victoria transitoria por 4-2 y el «oleee» de por medio, quienes meses después debieron alquilar el Estadio Ciudad de La Plata, comenzaron a arrojar proyectiles al campo de juego. Madorrán tomó la decisión de suspender el partido.
La vergüenza futbolística se olvida, pasa de moda. La vergüenza en una tribuna queda marcada de por vida. El Abandono no sé olvida nunca más y el que no salta es un inglés.
Por Lucas Bolosin
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