Desde que ingresó por la boca del Lobo al Bosque y nos conmovió con su puchero, los triperos hemos intentado apropiarnos de Diego. En un acto de pura humanidad, como el hijo que sabe que la madre ama a los dos hermanos por igual, pero a veces siente que al otro lo quiere más.
Maradona falleció y caímos en la cuenta que efectivamente nos excede, porque vistió muchas camisetas y tuvo infinitos amigos. No hay deportista consagrado ni club de fútbol que ayer no haya hecho pública su consternación por la desaparición física del Diez, foto con él mediante.
Hasta los presidentes y celebridades del planeta, desde Nicolás Maduro hasta Emmanuel Macron pasando por Ricky Martin y Joaquin Sabina, le dedicaron sentidas palabras.
Pero justamente eso, que Maradona sea tan inmenso e inabarcable, es lo que convierte en genuino nuestro sentimiento de amor e inseguridad.
Lo que nos legitima cuando levantamos la voz y sentenciamos que gracias a nosotros fue posible que se le hicieran homenajes en vida, en cada cancha a la que iba. Entiendannos.
Maradona no es sólo nuestro, ya es un hombre universal.
Pero Diego terminó vestido de Azul y Blanco, aferrado a nuestro escudo y defendiendo nuestra causa antes de convertirse en la leyenda del fútbol mundial. Y eso no es poco.
La historia dirá que Maradona pasó a la eternidad siendo un Tripero más.
Hermoso como escribe Pedro Bressa, claridad , sentimiento e información, todo eso en notas claras y concretas. Gracias
Grande Pepi, hermosa nota, hermosas palabras