
El cielo en el Bosque se puso naranja fuego. Como si algo estuviese ardiendo detrás de la Centenario. Resultó extraño. Es que llovía a montones, cómo si alguien desde arriba estuviese dolido por algo. Entonces, ¿qué fuego se mantendría vivo por tanto tiempo encendido bajo la lluvia?
El partido en Mendoza nos rompió el corazón, lo cosió y le puso un by pass. Inmediatamente volvimos a nacer del dolor. Llegamos a nuestra guarida en 60 y 118 un par de horas después con el afán de continuar asegurando vínculos, con gestos de agradecimiento para el equipo cargados en los bolsillos vacíos de todo otro contenido.
Nueve de diciembre. Justo en la víspera de nuestro día es cuando sucede esta renovación gimnasista. ¿Casualidad? Me gusta pensar que no. Elijo creer.
Gimnasia recibía a Huracán por la última fecha del año y todos queríamos estar ahí. El cielo se acongojó y lloró. Largo tiempo. Ni la postergación de 15 minutos le dio tiempo a recuperarse. Es que, claro, ahí arriba habitan cientos, miles, millones de triperos y triperas que ansiaban reencontrarnos después de semejante movilización.
A los de ahí arriba ya no les calientan las blasfemias de seres impunes, desconsiderados e irrespetuosos. Ahí arriba está Favaloro. También están el Ronco, Montesino, Valledor, Lemejis, mi Nona, la tuya, tu viejo o tu vieja, tus primos y hermanos. ¡Pucha que somos muchos!
Cuando poco a poco empezamos a ubicarnos en nuestras tribunas y plateas, el cielo empezó a arder. Las miradas se posaron en ese fenómeno más que en la guapeza del Tanque Silva, las arremetidas de Comba o la garra de Fito. En serio, ardía. Con lluvia. Se iluminó el Bosque a las nueve de la noche.
Dejavú. Dolor y resurgimiento. Ese que sentimos todos. Todavía. La emoción de los de arriba, su llanto, su lluvia. Era y es la nuestra. La luz encendida, nuestro resurgir.
Aquellos seres luchadores que dejaron todo por nuestro Bosque en los 90, también nos abrazaron desde arriba.
Faltaban ellos y no por nada tuvimos cita en el Bosque horas después de nuestro regreso. Un día antes del Día del Hincha. En Gimnasia nada sucede por casualidad y lo más preciado y valioso, siempre, son nuestros sentimientos.
Así que, ¿qué fuego se mantiene vivo por tanto tiempo encendido bajo la lluvia? El nuestro.
En un Juan Carmelo encendido cerramos una etapa para poder caminar otra, superadora, todos juntos. Más que nunca festejemos nuestro día, Tripas. ¡FELICIDADES!
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