Juan Cristóbal Sleigh
Socio Pleno CGE
Cuando se anunció la vuelta del público a los estadios, bajo normativas confeccionadas a las apuradas y mal comunicadas por las autoridades, Gimnasia se encontraba iniciando una semana que prometía ser de gran expectativa, de buenos augurios tras dos triunfos consecutivos y de emociones vivas apuntando al regreso al Juan Carmelo Zerillo tras 18 meses. Todo se transformó con la decisión de la Comisión Directiva encabezada por Gabriel Pellegrino de trasladar la localía al Estadio Ciudad de La Plata, algo que el presidente muchas veces quiso pero nunca había podido concretar, encontrando resistencias hasta en el propio Diego Armando Maradona quien, en su momento, expresó con toda claridad que su equipo debía ser local en el Bosque. Ya en otro contexto, con el Club profundamente disgregado por la pandemia, sin oposición política voluminosa y entusiasmado por la siempre bienvenida del gobierno provincial, el presidente encontró eco en mucha gente enarbolando un discurso supuestamente inclusivo basado en la mayor capacidad de las tribunas de 25 y 32. La historia de la semana termina con el equipo perdiendo un partido por demás accesible, siendo víctima de fallos arbitrales propios de quien juega de visitante, con un operativo de ingreso al estadio totalmente desorganizado y con un entrenador que quedó en offside al tomar posición sobre un tema que desconoce.
El daño provocado por esta decisión trasciende a un partido de fútbol sino que tiene múltiples aristas que deberán ser minuciosamente analizadas para reconstruir un sendero de crecimiento.
El daño patrimonial. Lo primero que hay que entender es que una Institución del tamaño de Gimnasia no puede descuidar su Patrimonio de la manera que lo hace. Más que suficiente es la falta de inversión en el predio del Bosque como para que encima el club se de el lujo de tenerlo cerrado cuando tiene que organizar una jornada de fútbol profesional. ¿Para qué se mantiene un edificio que no se usa? ¿Para qué se proyectan y ejecutan mejoras? No tendría sentido alguno, por eso el traslado a 25 y 32 funciona como legitimación de la desinversión. Ocurre a otras escalas: si yo no uso mi auto para salir los sábados, ¿para qué lo voy a lavar?. Pero los socios de Gimnasia tienen que empezar a pensar al revés, para no dejarse engañar más por intereses ajenos: Gimnasia tiene que jugar de local en el Zerillo y éste debe ser remodelado en todos los tramos que faltan y puesto en las mejores condiciones para llegar a su primer Centenario el 26 de Abril de 2024. No puede haber ni siquiera una sola alternativa, porque eso significa desviar las energías, hacer crecer las dudas y los debates totalmente estériles. El daño se repara planteando un cambio en el paradigma con que se evalúan estas situaciones: no hay dos posibilidades. Hay una, en un único estadio y es el Juan Carmelo Zerillo.
El daño deportivo. ¿Qué decir de lo sucedido en 25 y 32? Cuando el jugador Bazzana le estampó una violenta patada en el pecho a Carbonero sin que el árbitro cobre siquiera infracción quedó claro que Sarmiento de Junín no se sentía visitante en el partido. Un clarísimo penal para Gimnasia ignorado por Trucco lo terminó de confirmar tanto como los constantes resbalones de los jugadores del Lobo en un césped al que no están acostumbrados. El equipo, que con todos los vaivenes que tuvo venía invicto en el Bosque habiendo defendido la localía frente a rivales de fuste como Vélez y River, quedó reducido por un rival que está entre los más humildes del torneo. Existe un consenso extendido en que el fútbol argentino es extremadamente parejo y los partidos se definen la mayoría de las veces por detalles. Entre ellos está el hacer valer la localía y el domingo Gimnasia directamente la resignó. Los jugadores se encontraron con un campo al que no están acostumbrados y terminaron perdiendo la oportunidad de ganar 3 partidos seguidos después de mucho tiempo. El daño deportivo que produjo mudar la localía se repara dándole al cuerpo técnico y al plantel todo el crédito que legítimamente obtuvieron tras los triunfos frente a Unión y Aldosivi, entendiendo que el partido frente a Sarmiento se podría haber ganado jugando verdaderamente de local.
El daño institucional. A todo lo ocurrido en la jornada hay que agregarle que los socios e hinchas de Gimnasia fueron engañados una vez más, cuando se les dijo que se pretendía premiar a todos aquellos que han acompañado al club durante la pandemia pagando la cuota. Numerosos testimonios dan cuenta de que al estadio de 25 y 32 entró cualquier persona portando algún carnet sin control alguno de su validez y sin respetar en lo más mínimo el aforo de 50% que, supuestamente, justificaba el cambio de localía. Tratar de tonta a la gente no es gratuito nunca, y el fútbol en esto hizo justicia: con la derrota consumada y viendo la poca seriedad del operativo, posiblemente ningún hincha le siga creyendo a esta dirigencia eso de que es mejor jugar en el Estadio Ciudad de La Plata, mal llamado «único» ahora también por la prensa oficial del club. Reparar este daño es muy difícil porque requiere de una visión política que el oficialismo está lejos de tener. En todo caso el reencuentro del socio con la Institución terminará corriendo por cuenta de quienes puedan construir una alternativa seria y amplia, sin los egoísmos y mezquindades que han caracterizado la vida política de Gimnasia en los últimos años. Se puede salir de cualquier crisis mientras haya voluntades para hacerlo.
Todos los debates son legítimos mientras tenga sentido emplear un determinado tiempo en resolverlos. Si no, se transforman en aquel cuento de la buena pipa, donde el cuento nunca aparece, nunca empieza y nunca termina. El debate por el tema del estadio lleva ya demasiados años y recaer en él una vez más evidencia el por qué de los atrasos que lleva el club en general y en particular el proyecto arquitectónico cuya aprobación en asamblea extraordinaria va camino a cumplir una década. Habrá que volver a tomar la senda de las decisiones colectivas, que por lo general son las acertadas.
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