Del lamento del eucalipto a la clásica fiesta

PH: Rocío San Pedro

Cuando el Lobo se fue del predio de 12 y 71 para asentarse en el Bosque de la ciudad, quizá lo hizo para buscar, inteligentemente, la barrera purificadora y seductora de los árboles de eucalipto. Esos que tienen casi la misma edad que la bella ciudad La Plata.

Son un sinfín de plantaciones que pueden contar múltiples historias si tan solo pudiesen hablar. Hay, por supuesto, quienes afirman haber escuchado gemidos y quejas de esta especie vegetal. Sí, hace mucho tiempo, cuando en el año 1903 un grupo de estudiantes escuchó el llanto de un árbol. La ciudad se alborotó y cientos de personas acudieron, asombrados pero ávidos de magia a observar el ejemplar.

El eucalipto situado en el paseo del Bosque, para nada sinvergüenza, continuó con su lamento. Y la gente empezó a investigar. La hipótesis concluyente fue que el árbol estaba dolido porque años atrás, sobre sus mismos brazos, un hombre se había quitado la vida. Las autoridades decidieron acabar con esa sonoridad y amenazaron con talarlo. Pero con severa astucia, el eucalipto cerró su boca.

Veinte años después de aquel misterioso suceso, se comenzaron las obras del Estadio de fútbol de Gimnasia y Esgrima La Plata, Juan Carmelo Zerillo. Desde aquel día, la historia es otra. Hay quienes hablan de algarabía natural. Cuando uno camina por la Avenida Centenario siente el fragor entusiasta de la muralla verde que da una pincelada suave a la construcción azul y blanca.

El 26 de abril de 1924 se inauguraron las obras, empezó a rodar la pelota en el césped y los eucaliptos pudieron ser espectadores preferenciales de cada evento.

En la era del fútbol amateur se jugaron tres clásicos: en 1925, 1927 y 1928. El primero fue un empate y los otros, victorias para los vecinos. Debió haberse jugado otro, en el año 24, correspondiente a la Copa Competencia. Pero Estudiantes no se presentó y el Lobo se quedó con los puntos. Con el devenir del tiempo uno puede llegar a la conclusión que los jugadores pincharratas temían por los sollozos del eucalipto.

Más adelante en el 33, Gimnasia jugó un clásico con la reserva porque los jugadores de primera permanecían en huelga. «Los pibitos», menores de edad, le ganaron a «los profesores», titulares de Estudiantes con gol agónico de Emilio Del Prete. Ese encuentro es uno de los considerados más importantes en la historia del club porque además del dato de diferencias de categorías, fue el primer clásico ganado en 60 y 118.

Ya en el 34, comenzaba a vislumbrarse la esencia del rival. Gimnasia ganó los puntos como consecuencia de un incidente a los 15 minutos de juego que determinó que el capitán de Estudiantes, Lauri, diera la orden de retirar a su equipo de la cancha a pesar de ir ganando 1 a 0.

Mientras obreros y estudiantes ponían en jaque la dictadura de Juan Carlos Onganía en la insurrección popular conocida como Cordobazo, en el Bosque se suspendía un partido luego de que una avalancha en la tribuna Centenario derribara parte del alambrado. Gimnasia y Estudiantes empataban 0 a 0. Siguió diez días después en cancha de Quilmes y Pignani convirtió los goles que le dieron el triunfo al Lobo por 2 a 0.

Se debe sumar el partido por el torneo Centenario en julio de 1993. Ganaba Gimnasia por la mínima con gol de Guillermo Barros Schelotto cuando el árbitro suspendió el cotejo al recibir un proyectil desde la tribuna visitante. Se dio por concluido. Otra vez, los rivales tejiendo su propia historia.

Sorpresa en Shangai. “El que abandona no tiene premio”, dicen. 1994, Gimnasia 2, Estudiantes 1. Goles de Gustavo Barros Schelotto y Fabián Fernández, al final del torneo el rojo y blanco descendió al Nacional B.

En el 2005, triunfo para Gimnasia por 4 a 1 donde todo el Bosque estuvo de fiesta, los triperos, las estatuas de las avenidas del Paseo, los eucaliptos. Todos. Enría por 2, Goux y Vargas.

2006, el año que el eucalipto volvió a llorar. Y sí, después de tantos momentos de alegría, Gimnasia fue desterrado y con él todo vestigio de plenitud. La pasión quedó perdida entre la vegetación del Bosque, la felicidad suspendida, los silencios eran apabullantemente ensordecedores. El Lobo jugaba lejos, en un estadio frío y gris, compartido. En casa, el vacío. El árbol se echó a llorar hasta 2008. El regreso.

Ese en 2014 se disputó un partido correspondiente a la Copa Sudamericana. Empataron. Fue empate en cero.

Quien lea esto puede decir: son simples números. Sí. Pero la historia no es simple. El Bosque tampoco. Las estadísticas no marcan más que las andanzas de cada equipo. El Juan Carmelo es la definición exacta de “identidad”. No hay nada más reconfortante que el propio hogar, que la familia y los amigos. Ahí, en 60 y 118 el tripero encuentra su máximo placer. La vida toda. Por el Bosque caminaron muchas generaciones, festejos, llantos, alegrías, desilusiones. Pero en casa somos fuertes. En Casa: 77 clásicos jugados, 27 para el Lobo, 16 para ellos. 34 empates.

 

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