Un mal de amor, la pérdida de algún ser querido, un disgusto en el laburo, desaprobar un exámen o simplemente una mala semana.
Podemos nombrar miles de situaciones en las cuales necesitamos de un abrazo o, simplemente, sentirnos en nuestro lugar, acobijados por algo o alguien que nos haga sentir queridos, que nos contenga.
El pueblo gimnasista nunca tiene paz. Hace rato que venimos de «malas semanas», durmiendo poco y comiendo mal. Hace rato que alguien nos llama la atención por todo y nos pone en penitencia. O por lo menos eso intenta, claro. Porque a nosotros, el pueblo más rebelde en cuanto a lo pasional, nadie nos puede adoctrinar ni penitenciar las emociones.
Será porque cuando andamos así, en las de perder, tenemos un lugar en donde, desde el católico más ortodoxo hasta el agnóstico más irreverente, se sienten contenidos. Sentimos -y así lo es, lo comprobó el mundo entero- que nos queremos.
Ese lugar -nuestro lugar- ubicado en el corazón de un bosque que -afirmó con lágrima y sangre- el sábado, una vez más, estuvo encantado.
Había mucho amor. Amor del lindo, del sano, del puro. ¡Amor del triperío! Claro ¡Cómo no sentirme así! ¡SI PELUSA ESTABA AHÍ!
Llegó el genio del fútbol mundial, el barrilete cósmico y el más errante de todos los humanos.
Se metió en la boca del Lobo. Se metió a gambetear en el barro como en aquel icónico partido en las afueras Nápoles, donde a fuerza de dos goles juntó a miles de personas para ayudar a un pibe que andaba en la mala.
Hoy «el pibe» se llama Gimnasia y esgrima La Plata.
Hoy, como ayer y como probablemente dentro de un tiempo, GIMNASIA nos necesita unidos. Tal y como siempre. No estoy pidiendo nada nuevo. ¿Sabés por qué? Porque a un hincha de Gimnasia no le podés pedir más fidelidad que la que aporta día a día, semana a semana, campaña a campaña.
Espero que nos volvamos a encontrar, porque andamos dolidos y nos tenemos que abrazar. Y que mejor que ese abrazo sea en el lugar donde más nos queremos, donde siempre nos esperamos.
Nos vamos a volver a ver en el bosque, otra vez, como siempre; porque para un tripero, no hay nada mejor que otro tripero. Y, acordate, cuando te sientas mal… Andá adónde te quieran.
Por Mauro Anagrafe.
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