Comienza el ritual

Otra vez hoy, saludando un nuevo amanecer. La ciudad callada anuncia el temblor. Hoy juega Gimnasia.

Como cada vez que esto sucede la pasión se exacerba. Hombres, mujeres y niños tienen un pensamiento en la cabeza que los aleja de cualquier realidad demasiado diferente: el día cambia. Las luces y las sombras se tiñen de azul y blanco para enfocar nuestra esperanza en el horario. Sea de noche o de tarde, es la espera la que nos acompaña, mientras la previa, más unos mates o unos choris completan el ritual. Una birra o una charla con el abuelo, para entender por qué es tan lindo que esto pase cada fin de semana. No importa si estás abajo, arriba o en la mitad de la tabla. Tampoco importa en qué tabla: A, B, C, Z. Las categorías sólo son circunstanciales y el sentimiento dirige la locura. Hoy y siempre, tripero. Es ley.

Cada paso, un estallido del corazón. Cuando jugamos de local el propio piso se mueve mientras llegamos a la cancha. El olor es distinto y los árboles son todos hinchas como vos. ¿Y de visitante? Varía. Rituales, también; se trata de costumbres y de encontrar el instante eterno propicio para ver a Gimnasia salir por el túnel y prepararse, una vez más, para defender estos colores. En estos tiempos oscuros no hay visitantes. «Antaño» nos hallábamos en movilizaciones y caravanas hermosas que nos hacían conocer las canchas de todo el país. Hoy el gobierno decide que es mejor no educar a nadie y evitar la violencia. Claro, decisiones de gente que quiere gobernabilidad. En fin, otros temas. El sentimiento no se puede gobernar.

Por supuesto que la compañía y una buena gula completan la misa. Tu viejo o tus hijos. Tus hermanos o tus amigos gimnasistas, que es casi como decir hermanos también. Un salamín con queso, maní con cáscara, la segunda birra del día y nosotros seguimos expectantes. Finalmente, cuando el momento del comienzo arriba, nosotros, vos, yo, él y ella, todos nos encontramos ahora en una nueva dimensión, en nuestras mentes. Luego de tanta espera, la concentración es total. Y hablamos como si estuviéramos locos, claro. Como si realmente fuera importante decir si juega uno o si juega otro, porque si uno que no querés hace un gol, se vuelve de villano a héroe en cuestión de milésimas de segundos. La alegría está en el gol y en el «juego bonito». Digamos que el amor es a la pelota. A las tribunas y a la camiseta. Nosotros, siempre, siempre acompañando. Por nosotros y por Gimnasia. Porque es divina esta pasión. Infinita pasión.

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