Ciega razón de vivir

 

Gimnasia es una manera de vivir, una forma de entregarte a algo que te da placer,

con un interés que excede al que tiene el común denominador de las personas por algo”

Víctor Hugo Morales

 

 

¿Fantasía y realidad? No hubo milagro. El Lobo descendió. A esta historia le da igual.

Es el anteúltimo día de junio del año 2011. La Presidenta hace una semana decidió (y oficializó) ir por la reelección que ganará ampliamente. El país está envuelto en un proceso electoral que empieza a tomar forma. El mundo está conmovido con el tsunami y terremoto en Japón oriental, por las revueltas en el mundo árabe, y por la muerte de Osama Bin Laden y Amy Winehouse. El cholulaje mundial observa con admiración berreta la boda del Príncipe Guillermo en el Reino Unido.

Todo eso al tripero le importa un carajo, está en su burbuja: el Bosque. Gimnasia hace poco más de dos años que está en terapia intensiva y el pueblo gimnasista dice presente cada horario de visita. El Lobo recibe a un San Martín de San Juan con ventaja de un gol en el partido de ida de esta promoción. Hay que ganar sí o sí.

Minuto 2 del primer tiempo. Sí, 2 minutos apenas y el goleador verdinegro -no tan santo-, Sebastián Penco, advierte que el “Mono” Monetti está adelantado y coloca, por encima, lo que sería un cachetazo condenatorio. Condena que se veía venir, condena que estuvo en stand by dos años desde la hazaña contra Rafaela. Sentencia que ni el gol del “Chino” Vizcarra en la segunda etapa pudo apelar.

Los corazones albiazules están abstraídos de la realidad e inmersos en esa sensación de profunda resignación con un tinte de orgullo absurdo. El Juan Carmelo está oscuro a pesar de no ser ni las cinco de la tarde; las tribunas están saturadas de color azul marino oscuro, es invierno y los abrigos se amalgaman formando un único telón. De fondo, la banda sonora que invita a todos los triperos a levantar cabeza e inflar el pecho, resuena un canto de falsa victoria con un vozarrón que denota tristeza.

Y ahí están, resurgiendo miles y miles de seres desde el más profundo dolor. Siempre están, apoyándose unos a otros. Alborotados convierten el dolor en un grito victorioso de pertenencia, ahogan la angustia, aferrándose al más fiel sentimiento: la pasión.

Héctor Baldassi consagra la sentencia dictada, pita y se termina la angustia. Gimnasia desciende a la B Nacional y los sanjuaninos suben a ocupar su lugar en la primera división del fútbol argentino. El Bosque explota de llanto alegre y dedica un cálido aplauso de felicitaciones a la visita. Grita y agita que “le gusta ser de Gimnasia”.

—¿Vamos al centro? —pregunta alguien por ahí.

Y sin dudarlo, empiezan a bajar los tablones. La tarde ya no es tan fría, ni tan oscura. Los abrigos son revoleados y las camisetas florecen cual primavera azulada. El Lobo descendió y los corazones triperos ascienden al más alto escalón pasional.

Por la Centenario baja Fabrizio. Su papá lo llevó por primera vez a la cancha en el 96, el día que el Melli puso primera en la mitad de la cancha, se pasó tres jugadores de Banfield, enganchó al cuarto y se la picó al arquero. Golazo. Fabrizio tenía 2 años, hoy tiene 23. Guillermo estaba en su  mejor momento, hoy en el peor: se retira viendo al Lobo descender después de 32 años. Principios y finales. Finales y principios.

Como todo hincha Mens Sana, son partícipes de esa (falsa) realidad, esa existencia ideal necesaria y generada. Esa realidad que solo existe en la mente de quien lo imagina. Festejan. ¿Festejan descender de categoría? ¿Festejan que el electro tripero no marca garabatos sino una línea recta terminal? ¡Claro que no, festejan pertenecer!

¿Fantasía o realidad? A esta historia le da igual.

 

A reír sin preocuparme hoy vine hasta acá

Son las cuatro de la tarde de un día bien platense: húmedo y caluroso. Fabrizio Berlingieri está en los jardines del estadio del Bosque. Tiene puesta la Hummel blanca 97/98 ¡cuánta gloria en una camiseta!: el viejo Timoteo, su boina y maestría; los goles del colorado Sava, el “Coco” San Esteban a la Selección, el retiro del “Beto” Marcico, el paseo a los vecinos en el Bosque 3 a 0 con dos goles del Pampa y uno de Yllana, vecinos que daban indicios de lo que sería –años más adelante- el gran abandono, yéndose del estadio tras el último gol.

Está, entonces, expectante con una cerveza fría en la mano -pieza fundamental en esa escenografía tripera-. Observa lo que pasa a su alrededor, mira las piletas, las parrillas, la cancha, la gente que entra y sale, los pibes que pican la de básquet y tiran al aro, las familias que pasan por el museo. Mira la avenida Iraola, al costado. Respira Bosque. Es feliz.

Tiene pelo castaño y corto, salvo por un mechón que cae hacia atrás y es un poco más claro. Su barba, que al sol es colorada, enmarca su boca sonriente. Ella sonríe y acompaña la música que el fuelle de sus ojos provoca. Ríe, vive, respira, camina y goza Gimnasia.

—A Gimnasia hay que disfrutarlo, no hay que hacerse mala sangre —dice—,  si el fútbol pierde, lo vas a disfrutar desde el básquet, desde el vóley, pero lo tenés que vivir y disfrutar.

Cuando alguien decide hacerse un tatuaje se reinventa, renace, son sus genes electos e independientes. Fabrizio tiene uno que va desde el hombro hasta el codo derecho, todo el contorno. Los tatuajes son vida, y él decidió dibujarse en su piel a un Lobo, un Bosque, el escudo y la armadura. Todo junto, todo mezclado, todo suelto, todo unido.

Comparte pasión y techo con su papá en Tolosa. Tiene una hermana que vive con su mamá y que le diseñó el otro tatuaje que luce en brazo izquierdo: “CJS”, formadas por los títulos de las canciones de Callejeros que más lo representan: “Ilusión”, “La llave”, “Imposible”, “Morir”, “Creo”, “Suerte”, “Presión”.

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Estudia derecho y trabaja en una compañía de seguros a la que siempre va vestido de azul y blanco. Tiene muchos amigos, y varios de ellos usan el rojo y blanco.

—Me respetan como tripero que soy y saben que no se pueden poner a entablar una discusión porque siempre los voy a terminar cansando, a la larga o a la corta.

Fiel a su enfermedad y locura, rechaza el color rojo, pero también el naranja por ser de la misma gama cromática.

—Un color representa mucho —explica—. Ellos están acostumbrados a ver negro y gris, rosa, mostaza, o naranja en el Ciudad de La Plata, pero nosotros estamos acostumbrados a ver la vida en azul y blanco.

Gimnasia se disfruta no se llora porque en las lágrimas no hay salida.

 

Siempre relojeando al cielo, desde el suelo y no arriba

Para Fabrizio ser tripero es una manera de existir y de entender la vida, desde valores hasta la forma de vestir y consumir pero, sobre todo, él lo conecta directamente con la alegría, el placer, la fiesta y el optimismo.

El Lobo está en la B y tendrá casi dos años de paseo purgador por esa categoría. Pero el tripero tiene la facilidad de armarse contra la adversidad y ante eso, ningún tropiezo lo agarrará desprevenido. Desde el suelo el corazón Mens Sana se pone de pie y no resucita porque jamás muere, renace. Brota como una nueva célula de esperanza, el límite es el cielo. Ese cielo que impulsa la lucha cotidiana del laburante, del estudiante, del padre, de la madre, de los hijos y amigos; ese cielo que va mutando para mantener viva la chispa interior de alcanzarlo. Ese cielo que es banquete para la manada. Son pequeños momentos de plenitud que un tripero solo puede explicar. Entre ellos está Fabrizio luchando por lo imposible, porque lo posible se agotó.

Gimnasia descendió y hay que salir a la calle a poner el pecho. Desde chico, Marcelo, su papá le enseñó a soportar y resistir con valentía y alegría los reveses de la vida. Ese esfuerzo, ese aprendizaje le sería muy útil para demostrarle a los problemas que el que manda es el tripero.

Su papá, quien colgó el cartel “Peligro de derrumbe” en el metegol de madera de 1 y 57, quien siguió a Gimnasia a todos lados, quien disfrutó de su locura tripera y la fue desperdigando por todas las canchas. Ese ser trastornado es también resultado de una crianza al límite de una demencia enajenante. Carlos, abuelo de Fabrizio, fue quien inyectó vehemencia a la familia, fue quien inculcó esta pasión exorbitante y desmedida; como tantos otros locos, fue quien -allá por el año 68- dejó de lado sus necesidades para destinar su salario a la compra del predio de Abasto que hoy es patrimonio y orgullo gimnasista.

—Mi abuelo está acá —dice Fabrizio señalando el verde césped del Bosque—, falleció hace 13 años y cumplimos con su pedido: esparcir las cenizas atrás del arco y en el centro de la cancha.

Las cenizas que nutren el glorioso suelo y revitalizan de energía divina al templo y a cada tripero que en él se encuentra. Su alma arriba, en la tercera bandeja de la H, junto a Oscar Montesino quien dio la vida por lo que tanto amaba: el estadio del Bosque. Estas almas fueron impulsoras de luchas por la cesión de las tierras de 60 y 118, junto al tan querido Néstor “Ronco” Basile, en el 90; fueron las hacedoras del Día Mundial del Hincha de Gimnasia.

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Lo peor que se le puede hacer a un gimnasista es sacarlo de su casa, el Lobo sale de su guarida sólo para cazar y luego regresar a su madriguera. Ya lo decía Montesino: “Me sacás del Bosque y me sacás medio pulmón”. Y Fabrizio quiere morir en el Juan Carmelo y alentar desde ese, su cielo. Pero ahora está en el suelo, no arriba. En ese suelo nutrido por tanta vitalidad tripera, con sus venas azules y el corazón bien cargado de emociones y guapeza heredada.

 

No cualquiera suma sin restar

Y el Lobo descendió, che. Ya no hay anécdotas de caravanas de fiesta, aguante y carnaval. No. ahora los más pibes lo viven. Es momento de salir a poner el pecho.

—Tengo ganas de hacer un mural —dice Fabrizio.

—Nosotros estamos pintando por todos los barrios, venite —le dijo Martín.

Así funcionó, funciona y fue (es) un éxito, porque cuando la gente de Gimnasia se organiza, se junta provoca terremotos sísmicos pero sociales y culturales, también. No hay límite para la pasión y ahí están, colonizando barrios. Haciendo murales quienes tienen mejor muñeca, pintando postes los que tienen más entusiasmo que técnica.

Un grupo de entre 20 y 30 personas visten joggins “arremangados”, hechos bermudas o jeanes rotos; Topper blancas descosidas y escritas; y, por supuesto, la Azul y Blanca. Llegan -con baldes de pinturas y pinceles que consiguieron a pulmón- al Barrio Aeropuerto, Monasterio, Ringuelet, Tolosa, el Mondongo, el Churrasco y todos los barrios de la ciudad de La Plata. Descargan una parrilla y tiran unos choris para compartir con los vecinos que quieran ayudar. Se canta, se baila, se toma y se fuma y se milita Gimnasia. El objetivo era (es) claro: que cada barrio tenga su identidad gimnasista y descendidos, más aún. ¿Por qué? Porque nadie suma sin restar y porque las calles hablan, las calles de los barrios de la ciudad siempre fueron tripas, y Gimnasia en las malas necesita (y sabe) estar presente.

buena ley

Fabrizio entiende que el Lobo es su gente y destaca el valor y entereza del hincha de Gimnasia, el ser distinto a todos los demás. Así en el peor momento de Gimnasia, la manada resurge desde las más profundas tristezas y penurias. Prevalece el amor, la pasión y la fiereza. Firme a sus convicciones y siempre fiel a esta razón. Y suma, porque capitaliza el dolor y lo convierte en revancha. No cualquiera suma sin restar.

Sin saber si creer si esta elección de vida valdría mi fe

Como un hombre enseñado y acostumbrado a las adversidades no es fácilmente sorprendido, Fabrizio se fue a todos lados a ver al Lobo en la B: a San Juan, a la Capital, a Mendoza, a Mar del Plata, a Madryn, a Corrientes. Siempre prepotente y altivo, siempre guapo y con el corazón ante todo.

Estadio Tomás Adolfo Ducó. Año 2012. Gimnasia visita al Globo en una noche fría de agosto. Ambos en posiciones de descenso a la B Metropolitana. El árbitro Ceballos les da dos penales a Huracán que efectiviza Milano. El Lobo pierde 2 a 0. Llueve. Hace frio. Se corta la luz y se suspende el partido por 25 minutos. Se desata el descontrol y la alegría.

—Con la gente nos mirábamos como diciendo: ¿qué carajo estamos haciendo acá? Y estamos acá, no me preguntes por qué ni que se me pasó por la cabeza. No me preguntes por qué, yo vengo igual.

Gimnasia perdió y volvió a La Plata de fiesta.

“No me preguntes por qué”, repite Fabrizio sin cesar. No hay razón en la locura, claro. Es irracional, pero como hay cierto placer en la locura que solo un loco conoce, este loco de mil caravanas escribió, hace 6 años en su perfil de Facebook: “Me voy a la cancha porque ni la violencia, ni la lluvia, ni la fiebre, ni nada detiene esta pasión… ¡Ah! Me faltó agregar que ayer me atropelló un auto”.

Tenía poco más de 16 años cuando iba en bicicleta por 25 y 33 y un auto lo levantó y revoleó contra el asfalto. Hecho pelota se levantó y se fue a ver al Lobo igual. ¿Hospital? ¿Médicos? La única medicina estaba en el Bosque, él lo supo y fue por su dosis.

 

Seremos negros, seremos basureros, pero en la plata mandamos los triperos

No le gusta hablar de él. Se siente solo un eslabón, un pedacito de Gimnasia. Gimnasia es grande, es su gente, es pueblo y carnaval. Es sólo una parte de este espléndido y solidario tren (sólo de ida) que le dio un lugar. Tren del que jamás quiere bajar, tren generador del estruendo casi divino que quiebra todos los sentidos con un “Dale Lo”.

Cuando habla del hincha de Gimnasia, sus ojos brillan y su joven voz tiembla. Sus manos y su frente sudan. Está hablado del sentimiento más profundo que puede habitar en una persona. Ser de Gimnasia es ser buena madera, ser fiel al club y a las convicciones más profundas.

—El tripero está sumamente relacionado con eso: en los momentos más duros, cuando tuvo que estar, estuvo; y en los buenos momentos, como decíamos, también.

Pero, ¿qué son las malas y qué son las buenas? Para Fabrizio, junto al Lobo todas son buenas. Es la predisposición del fiel, como alguien dijo por ahí “los locos de verdad, creyendo poder volar, son felices”. Pase lo que pase, así se encuentre en la más honda profundidad, el compromiso y el amor es más fuerte. Esa es la esencia misma del hincha Mens Sana: resistir, bancar y estar.

Y ahí caes en la cuenta de que lo que cuenta es lo que se siente en la calle, en la gente y no en los inventos de estos incoherentes de esos medios caretas rojiblancos y el periodismo berreta que pretende ver al Lobo derrotado y a un club en ruinas. Lo que todavía no entendieron es que cuanto más adverso sea el panorama, más vital y viril el pueblo gimnasista.

Para Fabrizio Gimnasia es la droga de su corazón, droga que pone en funcionamiento su órgano vital, es lo que necesita para vivir.

—La alegría por la que mi mundo gira —dice—, es la droga de mi corazón, y el corazón es el motor de mi existencia.

Gimnasia es su motor, el motor de tantos triperos. Un motor que no se apaga nunca porque los corazones que pasaron a la tercer bandeja siguen latiendo: su abuelo, Montesino, Basile y tantos viejos, viejas, piberío que no saben de empachos.

 

A la gente sólo la ayuda la gente

Cuando empezó la murga tripera, en 2013, Fabrizio participó porque entiende que es la esencia de la institución, el germen que estuvo dormido y que se revaloriza y despierta ahora. El origen, su raíz porque la murga representa lo popular. Y Gimnasia es pueblo.

El corso es tan popular que la palabra no figura en la Real Academia Española como tal. Pero simbólicamente tiene un significado en el barrio y en las calles: el corso es fiesta y se alude a él por su carácter alegre, jocoso o festivo. ¿Y las murgas? El término “murga” se relaciona en su origen con musga, forma semipopular de música.

—Los chicos le ponen el pecho y el corazón a la murga y es para destacar porque eso es Gimnasia, la gente, la fiesta, la murga y lo popular.

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Sólo Gimnasia es capaz de alborotar los barrios con los corsos, solo Gimnasia sabe de murgas, música, brillo, baile y disfraces. Los vecinos no lo entenderán jamás, ellos son la élite a la que el pueblo viene a estorbar. Ese pueblo con las facultades mentales alteradas pero con toda la pasión y las luchas cargadas en su espalda, firmes y orgullosas de remarla a diario.

—Eso a los vecinos, en el fondo, les duele… no nos calienta, para un tripero nada mejor que otro tripero.

El tripero es el obrero que tiene su origen en los frigoríficos Swift y Armour de Berisso. Un 25% de los jugadores Mens Sana trabajaban en la tripería. De ahí el mote, por supuesto, pero de ahí también el valor del trabajo, el coraje cotidiano para afrontar las dificultades que enfrenta el tripa para hacerse cargo del pan, de su esposa, de sus hijos, el alquiler y algo más; la valentía de hacer frente a lo que venga.

Ese es el Tripa, como Fabrizio y tantos cientos de miles. Ese es el Tripa el que sabe de batallas culturales, el que sabe de comunidad y compañerismo, el que sabe de remarla en la peor adversidad. El Tripa es quien desafía todo orden impuesto, es quien silbó en manada la marcha peronista cuando estaba proscripta, mientras de la tribuna de enfrente resonaba “Estudiantes y la Marina lo más grande de la Argentina”… marina protagonista de la época más oscura de nuestro país. El tripa es pueblo, es murga, es fiesta, es rocanrol, es identidad. El tripa es Patria.

Fabrizio prefiere hablar de todo esto y no de él, como decía el enorme Oscar Montesino: “No me gusta porque a mí me gusta hablar de Gimnasia más que de lo mío”. Fabrizio, Oscar y tantos triperos no son parte de este movimiento de inadaptados sociales, de desequilibrados mentales y enfermos de pasión, ellos SON ese movimiento. Ellos viven, ven y respiran azul y blanco. Hablan de ellos, de Gimnasia.

 

Por Gisele Ferreyra

3 Comments

  1. Desde pibe cuando estábamos en la B., principios de lo 80, atravesabamos la ciudad caminando para llegar al bosque, desde que nos juntábamos en la esquina de siempre , hasta la vuelta era una fiesta un placer inexplicable, hoy pisando los 50 , la pasión y el ORGULLO de ser tripero es cada vez mas grande, a pesar del exitismo desenfrenado de la sociedad de hoy que a algunos de los nuestros contagian, creo que de grande empeze a enterarme que no teníamos los laureles deportivos que tienen otros, a mi y a los del barrio nunca nos importo un carajo, cuantas estrellas teníamos, la pasion pasa x otro lado, no nos dejemos confundir, nadie jamás a mi me va a discutir sobre eso NADIE!!! No lo permito!! Hoy con una compañera que está a mi lado hace 20 años, con 2 hijos hermosos en todo sentido, con mis viejos vivos dando ejemplos de vidas en cada acto, con mis amigos de toda la vida en los lugares de siempre, El orgullo mas grande que siento es ser Tripero!!!! Sigo llendo al bosque con la misma alegría de siempre. Por eso que me importan las copas pesos son solo momentos!!!!

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