Una manera de vivir la vida

Amores. Amores son eternos, Lobo. Amores del sentimiento. Nos llevan a recorrer el mundo y volver para seguir ahí, al lado de nuestro huequito al costado izquierdo del pecho. No abandonan, no manchan, no hieren. Están, presentes para cuando vos quieras agarrar, amarrarte a ese escudo y besarlo hasta el fin. Ahí, ese escudo te saluda y te invita al Bosque, a Estancia, al Bosquecito y al Poli a disfrutar más y más de una misma pasión. La única. La que de dos colores hace magia y de esa magia, eternidad. Claro que Gimnasia, nuestra guía, nuestra bandera, no es cuestión de gustos, de pareceres. Es una pasión intrínseca. Es sentimiento puro, íntegro. Y de ahí partimos para explicar lo inexplicable. Para que puedas entender de lo que te estoy hablando. De esa locura divina que me recorre la piel y de la que no puedo escapar a menos que me una a su fuego.

Desde pibe, estos valores: amor, respeto, solidaridad. Y el club que defiendo los representa con tenacidad. Empedernidos vamos los triperos en defensa de una paz justa, compartida con la otra persona, para su bien y así, alimentar nuestro propio espíritu. Mens sana in corpore sano. ¿Cómo tenemos una mente sana sino adiestrándola para el bien constante? Gimnasia es Social y ayuda, siempre. Acompañando, abrazando; estando presente ahí donde hay que estar sabiendo a la vez que somos tantos, pero tantos, que nos volvimos una fuerza potentísima en esta tierra. La familia sabe sanar y a partir de constantes eventos (más pequeños, más grandes), manifiesta su entereza en este aspecto. Muestra la verdadera hilacha.

Ollas populares por doquier, aquí y allá. Compañía y los pibes del Lobo. Sale un picadito mientras se comparten esos mates que quizás estén lavados, pero tienen el calor que emite el momento. Un calor que llega al corazón para quedarse para siempre con nosotros. Inolvidables aventuras que quedan grabadas en la memoria y en nuestra esencia. Nos van marcando y definiendo como personas, a través de una actividad simple y de una fuerza espiritual sumamente intensa: las reuniones por un motivo extradeportivo, en un ámbito de la órbita gimnasista. Hay que participar para exacerbar la identidad, una identidad no excluyente sino enorgullecedora; una identidad que te abre las puertas a un movimiento popular que te protege y te representa, te dedica un momento de risas y cervezas. Romper con el estrés del laburo con un rato del entorno azul y blanco.

Esto se transmite de generación en generación, claro. A mí me lo transmitieron mis viejos, mis abuelos, mis tíos, mis primos y hermanos mayores. A mi descendencia le intentaré dar todo lo que me dieron y mucho, mucho más. De eso que heredé y disfruto con el alma. Meramente, se trata de formar parte de una comunidad tan fuerte como atrapante. Tan hermosa como enriquecedora y tan incondicional como sagrada. Al fin y al cabo somos todos conocidos. Con un tripero, en cualquier parte del planeta, te podés quedar hablando horas, de cualquier cosa de las tantas que abarcan a nuestra institución. Dudo seriamente que esa charla sea aburrida. Un gimnasista con aguante no es tibio, es pasional. Desde ahí partimos, desde esa cercanía que adquirimos al nacer y renovamos en cada visita a nuestras sedes, a nuestras iglesias: Bosque, Estancia, Bosquecito y sede social.

En fin, desde nuestra faceta humana nos formamos y adquirimos estos conocimientos y sentimientos que nos muestran como ejemplo. Ensanchemos nuestra raza, traigamos a todos a disfrutar de esta manera de vivir la vida. A pesar de ser millones, en el Lobo siempre hay lugares para muchos más.

Foto: @GimnasiaSocial.

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