Sebastián Ariel Romero demostró por qué está entre los cinco mayores ídolos de la historia tripera. Ingresó a los 34′ del segundo tiempo y fue el único, exceptuando a Eric Ramirez, que representó al mundo tripero.
Jueguen como hinchas constantemente le pide el simpatizante albiazul a sus jugadores. Cuántos quieren tener la oportunidad que tuvieron Alexis, Gorga, Guanini, Romero, Oreja, Ramirez, Rinaudo, Licht, Ibañez, Alemán, Mazzola. Cuántos soñaron con la chance de jugar un clásico.
Por distintos motivos, vaya a saber uno las vueltas de la vida, ellos llegaron a vestir la Azul y Blanca, y los demás terminaron como empresarios, choferes de micro, abogados o periodistas. Pese a no ser futbolistas, viven y sienten Gimnasia, y darían la vida por los colores dentro de una cancha, como lo hacen en la vida cotidiana. Como no tienen la oportunidad les piden que los representen, sin embargo, en los últimos doce años, sólo ganaron un clásico.
Ojo, no le piden a Oreja que tire el centro y cabecee, ni a Mazzola que juegue de 2 y de 9. Les piden que corran, que metan. Que dejen todo por ver a Gimnasia en lo más alto. Les piden que dejen hasta que no den más, y cuando no tengan energías, que den el plus del que el tripero sabe; y que el DT tenga que sacarlo en ambulancia, y no reemplazado porque no corre.
Hasta la entrada de Chirola Romero, a los 34 minutos del segundo tiempo, ningún jugador albiazul, excepto Eric Iván Ramirez (mención aparte al pibe, el mejor, lejos) se tiró a los pies de un rival en búsqueda de una pelota dividida. Chirola entró con tantas ganas que sembró una luz de esperanza. Puso la pata fuerte. Pegó. Corrió. Fue el que verdaderamente representó al hincha, entre casi 20 mil almas rivales.
¿Es tan díficil? ¿Acaso es mucha exigencia? Porque a fin de mes todos cobran pero los resultados en la tabla no se ven. Le pese a quien le pese, Gimnasia se caracterizó por correr, meter, ir al frente, y el único que se puso la 17 fue un jugador de 39 años.
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