El sábado pasado, en la victoria 1-0 ante Tigre, Sebastián Romero quedó fuera del banco de suplentes. Es la segunda oportunidad en la que Chirola, desde su vuelta, queda relegado.
El 9 de julio de 2016, el hijo pródigo volvió al club. Luego de seis años de vestir otras camisetas y visitar el Juan Carmelo Zerillo con otros colores, Chirola regresó al Lobo. Era el del 98′ cuando recién comenzaba, el del 2008 cuando puso el pecho en los momentos difíciles, con más años -por supuesto-, pero con la misma sonrisa y amor por la institución.
Si Alfaro lo quería o no, no le importó, retornó igual. Dicen que el diablo es más sabio por viejo que por diablo, y con su experiencia, Chiro se metió en el banco de suplentes, pese a que el DT trajo ocho refuerzos y pidió que continúe Faravelli. Sin embargo, desde el primer partido estuvo en consideración.
Pese a cumplir 20 años en el fútbol profesional (en el pasado diciembre), nunca chapeó con sus saberes dentro de un terreno de juego. Sí, en silencio, entrenó a la par del resto y por ello, de veinte partidos disputados en la temporada (incluyendo Copa Argentina) no fue partícipe sólo de dos; la última vez había sido el 21 de noviembre de 2016 frente a Olimpo.
En esta oportunidad, Gustavo Alfaro tomó la decisión de que el nacido en Berisso un 27 de abril de 1978 concentre pero quede como jugador 19, quedando automáticamente afuera del banco de suplentes.
Todo el pueblo gimnasista está feliz de poder ver a Lucas Lobos, Lucas Licht y Fabián Rinaudo dentro del campo de juego pero falta él, ¿Sebastián Romero? ¡NO! Chirola…
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