El Lobo no pudo lastimar a su clásico rival que tuvo una y la metió. YA a recuperarse del golpe y salir a flote para visitar a Aldosivi.
Otro golpazo para el Lobo que no logra hacer pie en este torneo y donde el fondo de la tabla de promedios ya parece un agujero sin fin. Esta vez el verdugo de turno fue el clásico rival y duele un poco más, por supuesto.
No hay problema en decirlo, perder con ellos es una puñalada. Siempre y en cualquier contexto. Y para ellos también, aunque hace rato no les toca.
Hoy pudimos haber sellado con un triunfo el fabuloso festejo que se vivió en la previa y durante el encuentro. Fue todo de Gimnasia. El color, la música divina tribunera y el calor de la pasión. Un recibimiento que pocos pueden jactarse de lograrlo, y para un equipo en descenso directo con una laaaaarga agonía.
Pudo ganarse y, una vez más, las malas decisiones, la falta de eficacia y de viveza, y errores infantiles inclinaron la cancha con un poco de ayuda del juez y la picardía del rival que, con sus armas para nada limpias, se sale con la suya. Pero sobre todo, porque en la única llegada que tuvo -después de un imposible yerro de Contín-, la metió.
No es culpa de Diego, que una vez más pidió perdón. Hay un problema más estructural, de fondo, que urge atender. Un plantel mal armado que está aprisionado en su propia presión. Difícil sacarse las ataduras que cada partido aprietan más. Cuestionable no poder cerrar un partido que tenía todas las de ganarse, adentro y fuera de la cancha, con D10S de nuestro lado. Pero esto va más allá y habrá que ponerse a laburar cuando antes.
El próximo lunes a las cinco de la tarde cuando el plantel vuelva a las prácticas, deberá entender que lo que queda por delante son guerras que ganar. Sin excusas. La fecha que viene hay que traerse los tres puntos de Mar del Plata a como dé lugar.
De las manifestaciones de odio de los jugadores rivales, y de su falta de respeto digna de su fría filosofía, sólo decimos que por suerte estamos de la vereda de enfrente.
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