Homenaje a Carlos Timoteo Griguol

El Diario Clarín, en una de sus columnas semanales homenajeó al viejo Timoteo. Alejandro Czerwacki, escritor de la nota, repasó gran parte de la carrera de Griguol, y emociono a propios y extraños.

A continuación la columna:

“Tarda en llegar y al final, al final hay recompensa”, podría tararear Don Carlos Timoteo Griguol por tantos reconocimientos que vienen llegando en los últimos años y los que seguro estarán por venir. Aquella canción de Gustavo Cerati no forma parte del repertorio musical del Maestro que se crió a puro cuarteto y supo utilizar ese ritmo cordobés acaso como melodía motivadora a sus futbolistas.

Ahí está él, de boina, mirando su estatua, que mira a la calle Federico García Lorca, en un cara a cara con diálogos y pensamientos que pasarán por su mente. La sede social de Ferro Carril Oeste, el club en el que dirigió al equipo de fútbol de primera casi 15 años sacándolo dos veces campeón, es un hervidero de gente que lo viva y le rinde su homenaje, con la inauguración de este monumento en vida.

Allí Timoteo volvió a escuchar la más maravillosa música que él lleva en sus oídos, la del “pueblo verdolaga”: “Vení vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano, de Timoteo, todos la vuelta vamos a dar…”.

Esta vez, como cuando escucha corear su nombre, sentado en el sector más alejado de la platea del estadio de Ferro, levanta los brazos, sonríe pero de pronto lleva su pañuelo a los ojos, para secar esas lágrimas por tanto reconocimiento que surge y no se detiene. El “viejo” maestro de la vida, además del fútbol, está viviendo todas las merecidas distinciones que cualquier ser humano de 82 años quisiera acariciar. De pronto, esa clásica palmada en el pecho que le daba a sus dirigidos antes de entrar al campo de juego, para despertarlos, ahora se la brindan simbólicamente los ex jugadores que dirigió y fundamentalmente los hinchas que le reconocen el camino que sembró. “Está bueno, tá”, agradece con su clásica tonada, sabiendo que algo pasa con tanta gente hablando a su alrededor, con tanto afecto y amor. “Nada malo debe ser”, pensará en silencio.

La inauguración de la estatua y el homenaje que implica es una muy buena excusa para caminar y conversar de distintos modos con el Maestro (la mirada, la palabra, los silencios) sobre todo el legado que dejó. Antes de emprender esa caminata a su casa, a unas cuadras de allí, Griguol escuchó las generosas palabras de dos de los tres mentores de este homenaje: Adrián Paenza y “Tití” Fernández. El “Mono” Burgos, uno de sus “hijos” futbolísticos, fue el otro artífice que siguió atento el acontecimiento desde Madrid, donde trabaja. “No sólo produjo jugadores campeones, sino también hombres de bien”, dice la frase que está en la placa de la estatua. Es que su legado no se detiene: también la pensión de los jugadores de las inferiores de la institución de Caballito y el Centro de imagesAlto Rendimiento Deportivo de Gimnasia y Esgrima de La Plata llevan su nombre. Para ingresar a este último predio hay una imagen de él, con los brazos en alto, saludando a la hinchada, y una frase que conmueve: “Aquí es el lugar donde comienzan los sueños”. Ahora se esperan nuevas estatuas en La Plata pero también en Rosario Central donde dirigió y sacó campeón en 1973 a un equipo integrado por algunas leyendas.

Don Timoteo está ahora sentando en uno de los sillones del amplio living del departamento que comparte con su mujer en la calle Pedro Goyena. Y entonces el hombre que llegó a integrar la Selección Argentina en doce partidos, el tipo humilde que hasta se ocupaba que no les faltara nada a los pibes de las inferiores en los clubes que dirigió, recordará aquello que más lo conecta con sus afectos, en días tan especiales. De pronto viajamos en el tiempo a su pueblo natal, Las Palmas, Córdoba: “Me la pasaba en un colegio de curas todo el día, salvo a la noche que venía mi viejo a buscarme –cuenta entusiasmado. Como estudiaba, me daban la oportunidad de jugar al fútbol. Yo pensé que iba a ser cura, anduve cerca ¡me salve ahí nomás! (ríe). Yo ayudaba a los curas en las misas, me pedían que los ayude. Era como un monaguillo y hasta llegué a organizarlas yo solito”. Por lo bajo recordará que su madre lo mandó a aprender acordeón pero él lo dejaba a un costado y se iba a jugar picaditos.

Como dijo apenas unas horas atrás Paenza, Griguol siempre quiso jugadores honestos física como intelectualmente, que ninguno sacara ventaja si no era con talento y sacrificio. Y muchos de quienes hoy siguen en el mundo del fútbol, pueden dar fe de las lecciones del maestro: Facundo Sava, Alberto Márcico, Pedro Troglio, Germán Burgos, Roberto Ayala, Guillermo Barros Schelotto y Sergio Goycochea, entre tantos.

Timoteo ahora vive apasionado por jugar al tejo, una de sus pasiones desde que dejó de dirigir, allá por el 2004. “También es truquero, me acuerdo que jugaba hasta con los jugadores”, agrega Betty, con una sonrisa, encontrando la mirada cómplice del Maestro. Su clásica tonada cordobesa, que perdura a través del tiempo, la mantiene intacta: “Creo que la sigo teniendo porque tengo un montón de amigos cordobeses”, reconoce cómodo desde el sillón. Tiene cinco hijas mujeres, dos de las cuales están casadas con ex futbolistas que supo dirigir: Víctor Marchesini y Gabriel Perrone. “No me quedó el deseo de haber tenido un hijo varón para que sea futbolista”, aclara Timo y nos reímos un rato. La charla y el homenaje van terminando. Hace muy poco, Germán Burgos había justificado erigir la estatua porque “es tiempo de reconocerlo a él, no importa si él no te reconoce”. Entonces durante un día intenso e inolvidable pasó Cerati, la cumbia, la hinchada y por qué no, el gran León. Porque “todo está escondido en la memoria, refugio de la vida y de la historia”

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