Es un buen momento para recordar los clásicos que Facundo Sava jugó y protagonizó más de una vez. El sábado Gimnasia recibirá una vez más a su rival histórico y será dirigido técnicamente por quien tantas satisfacciones le dio al mundo tripero dentro de la cancha. Cuatro gritos del Colorado se hicieron eco en toda la ciudad en distintas ediciones.
El actual técnico tripero disputó 10 clásicos con la franja azul en el pecho, con la garra que se juegan estos encuentros, con la tripa que hay que poner y con la pasión más desmedida que alguna vez alguien haya conocido. De esta decena de choques, tres fueron triunfos, cuatro empates y tres derrotas.
Cabeza de gol (y con uno menos)
Abril del año 2000 es una estela en la memoria de los platenses, un recuerdo nítido de dos caras, de dos estados de ánimo, de dos maneras de ser. Fiesta y silencio. Enajenación, absortación. Es que el Lobo caía en 1 y 57 apenas a los once minutos de juego con un gol de penal de Romagnoli y no descansó. Se erigió con el poder de la estampida generada por la vibración de pasión que bajaba de la tribuna tripera.
Hay una frase muy popular y que hasta la banda de rock «La Renga» la utilizó como materia prima de un tema, también popular, Hacer de tripas corazón. Refiere a hacer un gran esfuerzo para enfrentar un obstáculo, al coraje necesario para enfrentar miedos. Cuando se pasa por una situación de fuerte carga sentimental y no se debe hacer caso a los sentimientos para poder seguir adelante, se dice que se hace de tripas corazón, queriendo expresar que otras vísceras (o tripas) han de ocupar su lugar y seguir cumpliendo con su función, pero sin la carga añadida del sentimiento.
Apenas seis minutos después, estallido azul y blanco en los fríos tablones de madera. Mariano Messera envía un centro exquisito al área donde aguardaba el hambre de Facundo Sava, Quatrocchi no pudo despejar y se acomodó en el rol de espectador que inauguraría en ese momento hasta el final del encuentro. La cabeza del Colorado envía la pelota al palo izquierdo de Tauber, que nada pudo hacer.
La fiereza de Gimnasia debía ser contrarrestada. ¡Qué sé yo! Tenía que ser más parejo. Estudiantes se había dedicado a no jugar más. El equipo de Gregorio iba por todo. Así fue que Sava salió expulsado a los 27 del primer tiempo. Todo el partido con uno menos. Pero apareció el pie de “Potrerito”. Otra cabeza. Esta vez, uruguaya. La figura del encuentro, Diego Alonso, la mandó a guardar y deliró el triperío.
Es el clásico donde el clásico rival quedó sumido en su tristeza, abstraído de la realidad, con las miradas perdidas en la nada. Y Gimnasia, una vez más, lo hizo todo.
A mi Manera, con antifaz
Fideos Manera aparece en el primer plano de todas las miradas. Esa publicidad en la gorra blanca del Maestro sentado en el banco de suplentes daba la tranquilidad, seguridad y guapeza necesaria para salir a la cancha. Los hinchas rebalsaban de entusiasmo al ver al Viejo Griguol apadrinando lo acontecido cada encuentro.
No cabía un alma más en el Bosque. Era el Apertura 2000 y el Lobo quería festejar de nuevo. Estudiantes, que llegaba con sed de revancha, abrió la cuestión con un gol de Azconzabal.
El Lobo, con la Hummel de mangas largas, no se quedó atrás, eh. Si tan solo se apela a la memoria y se visualiza esa Tribuna Centenario repleta de gente, cualquiera puede darse cuenta que el equipo de Timoteo no iba a quedarse de brazos cruzados.
Centro de Enría, Sava que aguanta en el área y se la deja servida a Messera para que iguale el asunto. Veinte minutos después, el chileno Osorio pone al rival arriba en el marcador con un gol de media distancia imposible para Noce. Y los pinchas otra vez se quedan con diez, como en el clausura. Falta al incontrolable Facundo Sava, Prátola afuera. Con nueve. Porque Aguilar, último hombre, mete mano y penal para el Lobo que convierte el pata Pereyra. 2-2.
A partir de ahí, el partido transcurrió “a lo Gimnasia”. Batallando por lo propio, por lo conquistado y lo que resta conseguir. Por no dar ni un paso atrás. A los 43 del segundo tiempo, centro a la cabeza de Sava que puso el 3-2 final y que regaló un carnaval al pueblo basurero. Fue el clásico del antifaz. El Colorado salió corriendo como un desquiciado con la máscara en los ojos. Delirio e historia.
Es que los clásicos se viven así, con pasión, con fervor, con empuje. Se juegan así, con huevos, garra y corazón. Es una especie de luchar por lo propio, de defender la guarida, de aferrarse a la inclaudicable identidad batalladora. Como allá lejos, en el 33, donde Gimnasia jugó un clásico con la reserva porque los jugadores de primera permanecían en huelga. «Los pibitos», menores de edad, le ganaron a «los profesores», titulares de Estudiantes con gol agónico de Emilio del Prete.
Siempre con la frente en alto. Dando todo por los colores.
Palomita
Apertura 2001. 36 años para Pedrito Troglio que se corrió todo esa tarde en el Bosque. Con la pelota en los pies, dejó atrás a tres jugadores de rojo y blanco y se la dejó servida a quien hoy es DT del Lobo. Con una destreza impecable, Sava que compartía el área con cuatro jugadores rivales, se suspende ante la observación de miles de personas y se arroja de palomita hacia el esférico. Y con la calidad digna del goleador la mandó al fondo de la red.
El Topo Sanguinetti marca en contra a los pocos minutos del festejo tripero. Y fue 1-1 final en el Bosque.
Sabor amargo para Gimnasia que no mermó la fiesta en las tribunas en ningún momento, de ninguna manera. Cuando el juego no da sus frutos, desde los tablones hay que cosechar. Así, siempre. Toda la historia. ¿Quién construye la historia? Aquel que con su trabajo descubre su felicidad, su libertad, su desahogo. Aquel que con su valor da pelea de cualquier manera, con todas las armas, en la cancha o en las tribunas. Ese. La hinchada del Lobo.
Último en 1 y 57
El Clausura 2002 fue el último torneo donde el Colorado Sava marcó un gol en un clásico. El Lobo de Carlos Ramacciotti no estuvo bien durante ese encuentro. No propuso mucho ni aun estando en desventaja. Pero de todas maneras tuvo ráfagas desequilibrantes con la receta que le fue muy efectiva por años: desborde, centro, cabezazo.
Así abrió el marcador Mariano Messera. No tiro el centro, no desbordó. Cabeceó y la metió. El rival fue mejor, más sólido y con el plus de jugar su cancha. Quatrocchi fue la figura y marcó dos goles para Estudiantes, Zapata el otro. Sobre la hora, fue el Colorado quien gritaría por última vez como jugador en un clásico.
El Lobo llevó color al descolorido rojo de la cancha de uno. Un gran despliegue de banderas plásticas, azules y blancas, flamearon con una división exacta de blanco, azul y blanco. Sobre ellas, el telón. Griterío ensordecedor durante la salida del equipo. Griterío ensordecedor al finalizar el encuentro, aun en la derrota. Porque se festeja siempre que un tripero se encuentra con otro. Se celebra la unión, la fuerza y el resurgir.
Esta vez, el Colorado Facundo Sava estará en el banco, dirigiendo el clásico 159 en el Bosque. Él sí sabe cómo hay que jugarlos, trae consigo las enseñanzas del mejor, las experiencias más abrazadas por el recuerdo tripero, la valentía y el orgullo de haber vestido y defendido a la camiseta más Gloriosa de todos los tiempos. Del mundo entero. ¡Vamos Gimnasia!
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